domingo, 13 de octubre de 2024

Pete Rose, Maradona y la ética protestante

Javier B. Seoane C.

Pete Rose ha fallecido a los 83 años el pasado 30 de septiembre. Uno de los mejores bateadores de la historia, si no el mejor, se quedó esperando el reconocimiento del béisbol organizado de Estados Unidos en cuanto a su entrada al Salón de la Fama de Cooperstown. Esta leyenda del deporte fue castigada en vida por apostar durante su época de manager. No se le perdonó. Ahora es tarde para hacerlo. ¿Debió perdonarse al mayor bateador de hits que ha conocido la historia? La respuesta ha tenido un tono polémico durante décadas y varía mucho según los contextos. En Estados Unidos no hay acuerdo pero muchos defienden que está bien el castigo, que la mácula dañó su trayectoria para siempre. En el caribe, otra gran zona beisbolera, una respuesta frecuente ha sido que los gringos una vez más se pasaron unos cuantos pueblos de largo, que lo que Rose hizo no es para tanto, que igual su carrera resulta imborrable de los anales de la historia peloteril.

Diego Armando Maradona falleció hace ya algún tiempo. En su Argentina natal hasta el día de hoy se mantienen investigaciones de carácter penal sobre una supuesta conspiración médica y familiar para acabar tempranamente con su vida. Maradona fue, sin duda, uno de los grandes genios del balompié mundial. Junto a Pelé, Di Stéfano y Cruyff siempre aparecerá como una de las principales figuras históricas de este popular y ya universal deporte. Maradona es hoy, y ayer también, adorado por millones de seguidores. Sin embargo, el genio del fútbol, el que con “la mano de Dios” derrotó al Imperio Británico que humilló a Argentina en Las Malvinas, el Pelusa constructor de magias futboleras, dejó mucho que desear en su comportamiento cívico y humano. Pendenciero, farmacodependiente, acusado de violencia de género y doméstica, espantador de periodistas inoportunos a tiro limpio, a Maradona la gran masa Argentina parece perdonarle todo eso y más. Si el fútbol tuviese un salón de la fama, sin duda la presión por su entrada sería prácticamente insoportable, y de estar ese imaginado salón de la fama en latinoamérica pues seguramente ya Maradona sería un semidiós del mismo.

¿Por qué tantas diferencias entre estas dos culturas deportivas, la beisbolera de Estados Unidos y la futbolera de latinoamérica? Max Weber (1864-1920), un pensador monumental, puede ayudarnos a ensayar una respuesta. Entre 1904 y 1905 publicó dos ensayos que han dado lugar a un libro clásico: “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”. Allí expone la tesis de la significancia histórica que para el desarrollo capitalista moderno tuvo la reforma protestante iniciada con Lutero en 1517. Si bien este agustino no pretendía dividir al cristianismo sino salvarlo mediante una unificación que lo retornara a sus fuentes originales, la humildad y el amor que predicó Jesús, el resultado fue que el lujoso y poderoso Vaticano no entendió bien el mensaje como tampoco los seguidores del propio Lutero. La reforma dió lugar a la contrarreforma y ambas a más de un siglo de sangrientas carnicerías entre protestantes y católicos. Hacia el norte de Europa, con las excepciones de Irlanda y Escocia, se concentró el mundo protestante, en la Europa meridional el mundo católico. Aquel se dividió en iglesias nacionales y sectas, este siguió la dirección del Vaticano. Pero la ruptura fue mucho más profunda, con raíces que llegaron a tocar la vida política, económica y moral de nuestras sociedades y que explican en parte las diferencias que hoy vemos entre el norte y el sur globales, siempre con sus excepciones. Por ejemplo, a Lutero le siguió, entre otros, Calvino, quien trastocó completamente el concepto de trabajo. Ahora el trabajo no era fruto del pecado original y un concepto que si bien económico resultaba muy moral. “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente”, te dijeron como expulsado del paraíso. Si eres honesto, y no un vago y maleante, entonces deberás trabajar. En cambio, con Calvino el trabajo es lo que Dios quiere de tí, y no cualquier trabajo, sino el trabajo productivo, no precisamente para vivir la vida loca sino para invertir en más trabajo, en más industria, en más negación del ocio, pues eso es lo que significa neg-ocio. Y quien del ocio se mantiene lejos pues lejos estará del pecado también. Max Weber señala que este espíritu religioso-económico se plasmó en personajes como Benjamin Franklin, acuñador de la archiconocida expresión “Time is money”, el tiempo es dinero. Duerme solo el mínimo requerido para recobrar energías para trabajar más, nos dice Franklin. No gastes tiempo en el billar ni tampoco durante las comidas pues lo tuyo es trabajar para el Señor, para Dios, tu solo eres administrador de sus bienes divinos en la tierra, y el buen administrador multiplica esos bienes, jamás los dilapida. No podemos extender mucho más estas consideraciones. Digamos únicamente que este espíritu, que para un católico fácilmente es un pecado capital, el de la avaricia, para el calvinista es lo que más quiere Dios de ti. Obviamente, no resulta extraño que un espíritu religioso así catapultara, impulsara el capitalismo entre sus fieles, sobre todo el capitalismo primitivo, basado en la acumulación para la inversión, más en el ahorro para invertir que en cualquier otro gasto de consumo ocioso. 

El ascetismo productivista calvinista se articuló con una moral puritana recia que, usando una metáfora del propio Weber, entronizó la Iglesia en el alma de cada individuo. Mientras el católico dispone de unos sacramentos y de una autoridad eclesiástica que puede perdonarlo al confesarle sus pecados y angustias, el puritano lleva la iglesia consigo pues no hay autoridad representativa de Dios que lo perdone. No hay intermediarios entre Dios y él, el sacerdote está ausente pues el pastor no intermedia. El pecado es imborrable para el protestante, una mácula se lleva toda la vida. Si fumaste marihuana a los 13 años te lo sacarán a los 60, como a Clinton en su campaña electoral. Si alguna vez fuiste apostador cargarás toda la vida con ese “grave pecado”. Pete Rose habrá sido el más genial de los bateadores, no importa, pecó. La moral puritana te sentencia para siempre. Maradona habrá sido un personaje nada ejemplar para niños y jóvenes, no importa, fuiste el pelusa genial y te perdonamos. Latinoamérica, parte del llamado sur global, fue conquistada por católicos. No cualesquiera católicos, sino de unos que habían hecho una cruzada hasta la conquista de Granada e inmediatamente llegaron a estas tierras con esa mentalidad. Nuestras raíces culturales son diversas, pero la católica es una de las principales. Norteamérica fue colonizada por mayoría de puritanos que venían huyendo de las guerras religiosas. Weber señala que en Estados Unidos se dió en su pureza el puritano espíritu, pues se instaló allí sin adversarios. La ausencia de perdón o la decidida voluntad de perdonar se manifiesta en las figuras de Rose y Maradona respectivamente. El espíritu puritano y el espíritu católico marcan significativamente esas manifestaciones.

Ciertamente se puede replicar que ya no estamos en los siglos XVI o XVII. Que nuestro tiempo está, para decirlo una vez más con Weber, desencantado, secularizado, sin fuerza religiosa. Que Trump ha estado implicado en abusos de menores de edad o mantenido relaciones con estrellas porno, y que sin embargo sigue teniendo muchos seguidores. Pero las culturas tienen cierto parecido con las estrellas. En su origen son fulgurantes, sus inicios religiosos brillan con todo resplandor. Después se van secularizando, como las estrellas se van apagando. Para decirlo con cierta tradición alemana, la cultura se va muriendo y queda el armazón de la civilización. La fiesta tiene un origen religioso, la comunidad celebra a DIos en ella, se re-liga en la fiesta. Hoy la fiesta ya ha perdido esa fuerza. Sigue siendo un modo de re-ligar una comunidad, pero hoy más que celebrar a Dios celebramos un bonche, bebemos, bailamos, flirteamos… “El viernes 31 de este mes, vamos todos a la fiesta, en la calle de la 16. Es una de las pocas que se ven. Traigan todos su pareja que la vamos a pasar muy bien. Y es que la vamos a pasar muy bien.” dice ya la vieja canción de Ilan Chester. Igual pasa en el norte y en el sur. Daniel Bell, en su “Las contradicciones culturales del capitalismo”, escribió que en el último siglo la cultura estadounidense pendula entre el puritanismo y el hedonismo, entre el tea party republicano y el American way of life. En el caso de Pete Rose el péndulo se quedó estacionado en el espíritu puritano. Como latino pienso que han exagerado la nota. También como latino pienso que se nos suele pasar la mano con Maradona. Se trata, efectivamente, de una figura pública que modela conductas y actitudes de miles de jóvenes. En todo caso, reivindico el espíritu más relajado que tenemos los latinos con relación a los puritanos. A estos últimos les cuesta demasiado celebrar la vida, y la vida, como la vida de Pete Rose, debe celebrarse.

Publicado originalmente en el portal Aporrea.org el 5 de octubre de 2024