viernes, 3 de octubre de 2025

Fellini, entre orquestas y la Venezuela posible

 

Javier B. Seoane C.

En estos días que despedimos a Claudia Cardinale difícil no recordar a ese gran director de la historia del séptimo arte de calidad que fue Federico Fellini. En su gran película de 1963, “8 ½” (Otto e mezzo), Claudia es un personaje central que poco aparece. Con su propio nombre de la vida real, Claudia expresa el encanto de la belleza, la espontaneidad, a veces la pureza santa, otras la tremendura, a veces de blanco, como tantas mujeres fellinianas, otras de negro, Claudia es en 8 ½ quien termina diciéndole una gran verdad a Guido (Marcelo Mastroianni), el doble del propio Fellini: “no sabes amar porque tienes miedo de hacerlo”. A lo largo de toda la película Guido expresa una profunda crisis de sentido de la vida que se manifiesta como crisis de creatividad del director fílmico cuyo personaje representa. También nosotros parecemos sumergidos en una crisis de sentido cuando en Venezuela alzamos la mirada hacia el futuro y lo vemos tan borroso, lejano e incierto. Y pareciera del mismo modo que cuando buscamos las narrativas de las fuerzas políticas del país para superar las crisis que enfrentamos sólo encontramos que padecen una crónica crisis de creatividad, pareciera que estamos ante unos zombies que todavía caminan por estos senderos porque no se han percatado de que hace tiempo ya no viven y no hay quien los entierre por ahora. Como en el concepto gramsciano de crisis: lo antiguo no termina de ser enterrado y lo nuevo no nace aún.

Ahora bien, si Claudia nos recuerda a Fellini, el propio Fellini nos evoca otra película suya, breve, de 1978, “Ensayo de Orquesta”. El argumento nos habla de una orquesta que se declara en huelga contra el Director de la misma, todo bajo el fondo de un escenario muy deteriorado, empobrecido. Los músicos, reunidos sindicalmente, acusan al Director de mediocre y autoritario, de dictador. Estos músicos, a veces incluso enfrentados entre sí, paralizan la representación orquestal e incluso grafitan pintadas revolucionarias en las paredes del auditorio. ¡Abajo el Director! Al poco tiempo llegan a enfrentarse a tiro limpio y en un intento de demolición muere el arpista aplastado. Afortunadamente no se trataba del buen Víctor Rago. Pero no contemos más, si no la ha visto o no la recuerda procure verla, satisfacción garantizada. Como en “La Guerra de los Roses” (1989) y otras buenas pelis, “Ensayo de Orquesta” puede interpretarse como una gran metáfora sobre las prácticas políticas de nuestro tiempo, y muy vigente en la actualidad de las ultras globales y nacionales. No en vano el Director tiene acento germánico, como los ultras de hoy tienen añoranzas de la Alemania de los treinta. No hay modo de lograr nada sin un proyecto resultado del acuerdo social, y para lograr estos acuerdos hay que aguzar el oído para desarrollar una voluntad de escucha que nos lleve a otra de cooperación. No hay orquesta viable si no hay acuerdo, lo que hay es una demolición permanente hasta que no quede nada por demoler. Toda orquesta demanda una partitura que interpretar.

En el país hay un conjunto de orquestas que resultan ejemplo de un buen funcionamiento, una buena cooperación, todas bajo el paraguas del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, usualmente conocido como El Sistema, sistema tomado como modelo en muchas latitudes de este planeta, incluidos países de larga tradición orquestal como Alemania. Con nuestras orquestas y coros juveniles e infantiles los venezolanos hemos construido un hito cultural del que podemos estar orgullosos. Ya con medio siglo de funcionamiento, el Sistema ha contado con apoyos de gobiernos muy diferentes desde 1974 hasta hoy. Cada quien, también organizaciones privadas, han contribuido con su ladrillo en esta magnífica edificación artística. Cuando pienso en este gran logro venezolano rápidamente recuerdo otro tan grande que es hasta Patrimonio de la Humanidad: la Ciudad Universitaria de Caracas, donde orgullosamente tiene su sede nuestra Universidad Central de Venezuela. En este caso, el primer aporte lo puso el gobierno de Medina Angarita y después los siguientes fueron contribuyendo en levantar esta joya arquitectónica del modernismo en clave tropical. Frente a estos dos monumentos venezolanos, y se pueden mencionar más, hay un conjunto de obras fracasadas, que nunca llegaron a realizarse o que se convirtieron en dolores de cabeza del país, por no haber tenido la fortuna de continuarse por quienes tomaron el testigo para hacerlo. Resultan simbólicos de esto último el Helicoide, la última etapa de la Avenida Boyacá o Cota Mil, los ferrocarriles nacionales y tantos otros proyectos abandonados porque fueron formulados por adversarios o simplemente porque la estupidez aunada a la corrupción quebró el país y nos dejó sin recursos. Las partituras de esos fracasos, fueron rotas, cada quien tocó su instrumento como le vino en gana logrando así ruido en lugar de melodía, tal como los músicos de “Ensayo de Orquesta”.

Cuando nos unimos y cooperamos en la construcción de una obra determinada los venezolanos llegamos lejos, cuando disponemos de una partitura acordada, nos volvemos exitosos. No somos menos que nadie, seguramente tampoco más que nadie. Somos humanos, demasiado humanos. Y el ser humano que somos, como bien acentuó el existencialismo del último siglo, sólo se define a partir de un proyecto que dé sentido a sus acciones en el mundo. El resto de la vida animal y vegetal no necesita de proyectos, está programada genéticamente, atada instintivamente, no padece, hasta nueva noticia, de crisis de sentido. Nosotros sí. Pero el sentido que se articula a un proyecto no es una creación individual sino colectiva. El ser que soy, lo que cuento de mi y lo que quiero llegar a ser nace del seno de las comunidades que he habitado, que habito y que habitaré. Los valores que me cobijan, mi morada (moral), así como el sentido que me proyecta emergen desde mis pertenencias a la familia, al equipo deportivo, a los scouts, a la pandilla infantil… Se gesta entre los pares de la escuela, con los colegas en el trabajo, en la peña de dominó con los jubilados hermanos del alma… Y el sentido de país lo construimos y adoptamos colectivamente también a través de narrativas y acciones con las que nos identificamos, con una partitura acordada. Allí la política y lo político juegan un papel primordial, sus actores son los primeros llamados a escuchar a su sociedad para formular proyectos que articulen nuestra accionar nacional. De eso creo que carecemos. Gobierno y oposición poco ofrecen y lo que ofrecen no resulta creíble por inviable o por agotado. Parecieran querer que todos toquemos el mismo instrumento en esta orquesta, que todos seamos trombón o violín. Gustan de ponerle el mismo logotipo a toda institución cultural, sea que se dedique a las artes plásticas, la música o la poesía. Gustan de los uniformes y en materia orquestal no pasan de marchas militares. No son demócratas, no gustan de las diferencias y la diversidad. Hacen imposible la vida orquestal y orquestada. ¿Cómo pensar una orquesta sin diversidad, sin que cada quien aporte su talento al todo? La política debería estudiar más las artes coreográficas y los deportes en equipo, especialmente el relevo en el atletismo o la esencia de las orquestas y los coros.

Parte de este vacío nacional de proyecto quizá repose en nuestro empeño de destruir la orquesta, en nuestra incapacidad actual de una escucha que nos permita llegar a un acuerdo, a una partitura acordada. Se patentiza patéticamente en la falta de voluntad de un gobierno para dar muestras de que está dispuesto a enrumbar el país, a corregir terribles errores que nos han llevado a este grisáceo presente, a enmendar lo hecho, por ejemplo, con una amnistía nacional. Próximos a cumplirse ochenta años del golpe a Medina Angarita, este gobierno no quiere ostentar el valor histórico de aquel General que, con vocación civilista, pudo enorgullecerse de que entregaba su gobierno sin un preso político. Empero, por otra parte, las oposiciones, lo sabemos, son un saco de hienas, pues amo mucho a los gatos para seguir el dicho popular. Unas medran en una Asamblea, otras invocan al mismísimo demonio para deponer a sus “enemigos”, las primeras callan y sin dejar constancia de queja alguna aprueban presupuestos que no contemplan ni la más mínima mejora salarial al venezolano, las segundas son altisonantes y aventureras en el mal sentido. No hay orquesta posible entre las oposiciones ni entre estas y ese búnker que llamamos gobierno. ¡Y para colmo se nos fue Claudia!

Publicado originalmente en el portal Aporrea el viernes 3 de octubre de 2025: Artículo