viernes, 27 de junio de 2025

Sobre las reformas educativas del ministro Héctor Rodríguez

Javier B. Seoane C.

Salud y educación son medios fundamentales para una vida plena. Dado que el Ministro Héctor Rodríguez ha anunciado que en septiembre comenzará a probarse una reforma curricular hablemos en esta oportunidad de educación escolarizada y de la propuesta puesta sobre la mesa. Poco se conoce de la misma. Resalta en lo que se ha informado en los medios que la misma se concentra en la enseñanza de las ciencias y de las matemáticas. Sin duda, dos materias que han sido objeto de preocupaciones entre los actores educativos, especialmente por la carencia de docentes en las mismas así como por el alto fracaso escolar en el desempeño estudiantil. Cabe agregar que la preocupación resulta más que justificada dada la relevancia instrumental que tienen las materias señaladas en nuestro actual marco civilizatorio. Dicho lo anterior, debería preocuparnos igualmente la educación en las ciencias humanas y sociales, campos del saber destinados a ampliar el horizonte de la comprensión crítica del mundo que nos toca habitar con miras a establecer una sociedad con el menor sufrimiento posible y la mayor justicia social posible. Teniendo en mente esto último y reconocida la importancia de las ciencias formales y naturales, en la medida de nuestro entendimiento queremos, y contando de antemano con nuestra ignorancia de la propuesta definitiva, contribuir a enriquecer la propuesta ministerial mediante las preguntas temáticas que siguen.

En cuanto a la forma un cambio inteligente en materia educativa debe pasar por una amplia consulta con los actores concernidos en el asunto: universidades, centros de investigación, organizaciones civiles, comunidades escolares y aledañas a las escuelas y, especialmente, los propios maestros y docentes. La bibliografía sobre reformas educativas está repleta de fracasos por no contar con los educadores, por programas elaborados desde despachos ministeriales y en función de intereses gubernamentales de un determinado momento político. Si el docente no está persuadido y convencido, si no ha sido hecho partícipe del cambio, si no se le ha escuchado, entonces una vez que cierra la puerta del salón de clases y ejerce su soberanía difícilmente acepte practicar lo que se le ha impuesto burocráticamente. ¿Se habrá consensuado esta reforma curricular con los educadores y los actores concernidos en materia educativa?

Más difícil será aún que un docente pueda efectivamente formarse para ser un buen formador si su familia está urgida en materia estomacal, si para decirlo con el viejo Marx está reducido a bestia de carga como un buey al frente de una carreta para apenas sobrevivir biológicamente. Si el educador debe ejercer de pastelero, mecánico o lo que fuese, tampoco estará en condiciones de llevar a cabo adecuadamente una reforma curricular, como tampoco cumplir mínimamente con las demandas de cualquier currículo existente. La carencia de docentes en el sistema educativo venezolano, particularmente en la escuela pública, obedece en gran medida a la desvalorización de nuestro magisterio, desvalorización que en parte importante descansa en el desprecio salarial de tan digno oficio. Además de las reformas propuestas, ¿qué puede aportar el Ministerio de cara a un claro mejoramiento salarial de nuestros educadores que no sea “correr arrugas”? 

En cuanto a los contenidos. Sostenemos una vez más la relevancia que las ciencias naturales y formales tienen en nuestro contexto civilizatorio. Habitamos un mundo altamente tecnificado, marcado por un logos técnico, todo un cosmos tecnológico. En lo referente a las matemáticas cabe decir que tienen un fundamento en la lógica, pero la lógica no ha sido una asignatura básica en nuestra tradición curricular. Puede decirse que ha quedado subsumida en las matemáticas, pero sería bueno separarlas, sobre todo por la relevancia que la lógica tiene sobre otras materias que ya es hora de incorporar en la escuela básica, específicamente me refiero a lo que en otras latitudes se llama pensamiento crítico y que está vinculado con formas de razonar y teoría y práctica de la argumentación. Esta última pasa por establecer unas bases claras tanto en lógica formal como en lógica informal, y no hay que esperar a la educación universitaria para abordarla, pues ya sería muy tarde para el aprendizaje y ejercicio de estas competencias fundamentales para la formación (Bildung) de la persona en sus dimensiones intelectual, moral y político-ciudadana. Combatir las formas autoritarias de lo gubernamental, combate que no dudo que el Ministerio ha de compartir, pasa por tener ciudadanos bien informados y con las mejores competencias comunicativas y críticas, y ello pasa por las competencias lógicas y argumentativas. ¿Ha tenido la reforma propuesta por el Ministerio estas consideraciones?

Vinculado con lo que se acaba de exponer, la mejor pedagogía de cara a la enseñanza de las ciencias pasa por educar en sus métodos y prácticas en lugar de enseñarlas en sus productos terminados vigentes. Nos apoyamos aquí en el gran pedagogo que fue John Dewey. La ciencia moderna ha sido una empresa colectiva que ha luchado con muchos costos vitales personales e institucionales contra fieros dogmatismos y las más cruentas inquisiciones eclesiásticas y no eclesiásticas. La ciencia moderna ha logrado triunfar venciendo mitos inicuos pero corre el peligro de volverse ella misma un mito. Su mitificación se suele corresponder con una enseñanza que procede a mostrarla como verdades terminadas, definitivas, que exigen aprendizajes memorísticos y autoritarios. Dewey propone que la mejor enseñanza de la ciencia es aquella que precisamente se vincula con el pensamiento crítico de sus métodos, con la discusión experimental y pública de sus hipótesis, con la exploración creativa de nuevas conjeturas que expliquen los datos del mundo para someterlas a verificación o refutación públicas. La ciencia moderna siempre combatió las peticiones de principio y los actos de fe, la ciencia moderna reivindica el empleo de las competencias comunicativas mencionadas en el anterior párrafo, su ética ha sido y es una ética comunicativa. ¿Contempla la reforma curricular propuesta este cambio de los contenidos centrados en las producciones terminadas a los centrados en los modos de producción del conocimiento científico?

Finalmente, parte de la mitificación de la ciencia consiste en representarla bajo la figura del científico natural experimental con su respectiva bata blanca. Su correspondencia conceptual está en centrar la noción de ciencia en torno a la ciencias naturales, particularmente la astronomía, la física, la química y en menor cuantía la biología. Se las califica de ciencias “duras”, metáfora que me recuerda a los come músculos de los gimnasios de nuestro tiempo. En cambio, las ciencias humanas y sociales se dejan en segundo plano e incluso se duda de su calificación epistémica, se usa para las mismas la metáfora de ciencias “blandas”, es decir, fofas, gordas, imprecisas. El criterio bajo estas metáforas suele descansar en la capacidad predictiva de sus teorías y, por supuesto, en cierta metafísica de la regularidad de la naturaleza de fondo que ya David Hume denunció hace más de dos siglos. Obviamente las ciencias humanas y sociales resultan poco predictivas y la naturaleza humana parece poco determinista por lo que resulta mejor denominarla “condición” humana y no “naturaleza” en el sentido metafísico expuesto. Adicionalmente, suele ser menos peligroso para las relaciones de dominación establecidas en un momento histórico dado tratar con las ciencias formales y naturales que con las humanas y sociales, aunque si revolucionariamente quisiéramos formar ciudadanos y comunidades bien informadas y con competencias comunicativas y críticas sobre el mundo que nos toca habitar, sobre las formas de dominación económica, socioculturales y políticas de este mundo, bien haremos en ampliar la cobertura curricular de las llamadas ciencias blandas, y, por cierto, no reducirlas a historiografía oficial y oficiosa. Las ciencias naturales, y quizás las humanas y sociales debemos comenzar a pensarlas como ciencias naturales también si queremos superar los dualismos metafísicos, ofrecen una batería de competencias críticas en el sentido que ya hemos señalado. Para la democratización a fondo de la vida social y comunitaria humana hay algunas de ellas como la antropología social y la sociología que cultivan fácilmente una sensibilidad ante la maravillosa diversidad cultural de nuestra humanidad, ciencias que han estado históricamente ausentes (¿silenciadas?) de nuestros currículos escolares. Estos han reducido la poesía y literatura a métrica y las ciencias a matemáticas, física, química, biología. ¿Tiene la reforma curricular propuesta por el Ministerio una visión más amplia de las ciencias, una que contemple la relevancia para una sociedad inteligente por hacer a las ciencias humanas y sociales?

En fin, estas son apenas unas preguntas que nos hacemos sobre la anunciada reforma propuesta por el Ministro Rodríguez. Caben muchas otras, por ejemplo la relación magníficamente creativa que hay entre las artes y los contextos de descubrimiento de las prácticas científicas, pero cortemos aquí en espera de que otros promuevan nuevas interrogantes, quedémonos por ahora con estas preguntas que buscan contribuir a nutrir una agenda pública sobre un tema tan urgente y vital para nuestro futuro como lo es la educación de la humanidad que somos. 

Publicado originalmente en el portal Aporrea el 27 de junio de 2025: Artículo

viernes, 20 de junio de 2025

 La jaula tecnológica ante la Vida

Javier B. Seoane C.

No dudo que ante un dolor de muelas o una apendicitis la casi totalidad de nosotros preferiría contar con un odontólogo o un médico cirujano a no tenerlos. Hay que agradecer a las ciencias modernas y sus aplicaciones tecnológicas las posibilidades que nos han abierto para vivir con más calidad, más años y con mayores comodidades. Otra cosa es que esos beneficios no se distribuyan con justicia social, que gran cantidad de personas estén excluidas y puedan morir por la falta de un simple antibiótico, cuestión que nos remite a uno de los temas de nuestro tiempo: la democracia. Empero, el principal tema de nuestro tiempo es la Vida, así con mayúscula, y no sólo referida a nuestra vida humana sino a la Vida en general, a la Vida que en sus distintas formas cohabita nuestro planeta. Sin Vida no hay nada, ni superación de la pobreza ni logro de una efectiva democracia, tampoco filosofía, ciencias sociales o artes, sin Vida nada hay. Y si bien los logros tecnológicos nos han extendido nuestra expectativa de vida y ha facilitado el desempeño de la misma, estos mismos logros tecnológicos la amenazan como nunca antes.

La palabra “tecnología” se compone de “tecnos”, técnica, y logos, razón, en parte de los antiguos griegos una razón incluso cósmica, que impregna como principio el mundo completo. Esta composición guarda su secreto. Más que hablar de técnica nuestra época está profundamente marcada por una razón técnica, un tecno-logos, la constitución de un mundo tecnológico. Como mundo es un todo material e inmaterial, como veremos. No siempre hemos habitado un mundo tecno-lógico, en cambio desde siempre, desde que somos homo sapiens sapiens, desde que en los tiempos más lejanos le sacamos filo a una piedra para cortar alimentos o lo que fuere, estamos en la técnica. Marx definió al humano como homo faber, que es un modo de decir un animal cuya una de sus condiciones de posibilidad es la técnica que transforma la naturaleza dada para satisfacer nuestras necesidades vitales. La técnica nos ha acompañado siempre, sólo en tiempos recientes hemos entrado en la tecnología, en una razón que ha hecho de los desarrollos técnicos su mundo. Pensadores contemporáneos han abordado los principios de este modo de ser tecnológico. Heidegger, Horkheimer, Marcuse, Ortega y Gasset se encuentran entre muchos otros. También notables venezolanos han tratado la cuestión, entre ellos García-Bacca, Federico Riú o Ernesto Mayz Vallenilla. Este último tiene varios ensayos dedicados al tema. 

En uno de sus ensayos de 1969, titulado “Ideas preliminares para el esbozo de una crítica de la razón técnica”, Mayz expone una serie de principios constitutivos de este tecno-logos, a saber, el principio de sistema que tiende a la totalidad, los principios de funcionalidad y finalidad, el principio de perfectibilidad técnica, el principio de la automaticidad y su clara tendencia a la autarquía de las realizaciones tecnológicas. Sobra decir que todos estos principios conforman una relación orgánica entre ellos. Los productos tecnológicos son sistemas que como tales apuntan a una finalidad determinada y cuyos componentes resultan funcionales a dicha finalidad. A su vez, los productos tecnológicos demandan otros productos tecnológicos para complementar y articular funciones y finalidades, lo que apunta a una totalidad tecnológica, a lo que hemos llamado un cosmos tecnológico. Por supuesto, en su despliegue las tecnologías generan problemas y consecuencias imprevistas. Ulrich Beck ha tratado mucho este tema en su concepto de sociedad del riesgo. No obstante, ante estos escollos la racionalidad tecnológica no se rinde, busca perfeccionar sus producciones, corregir las fallas con más técnica, incrementar y mejorar la funcionalidad de sus sistemas. Siendo uno de los escollos los propios sujetos humanos que hacemos uso de los productos técnicos, surge la necesidad de volver más independientes estas realizaciones haciéndolas autónomas, lo más autárquicas posibles y por ello Mayz habla del principio de automaticidad. La racionalidad tecnológica apunta a la autonomía, a limitar al sujeto, incluso a dejarlo al margen. Así las cosas, la tecnología demanda más tecnología en su constante perfeccionamiento, y demanda excluir los peligros de las decisiones subjetivas. En 2015 un avión que partió de Barcelona (España) se precipitó a tierra muriendo pasajeros y tripulación. Era el vuelo 9525 de Germanwings del 24 de marzo. La investigación lograda a partir de las cajas negras de la aeronave arrojó como resultado que en un momento del vuelo el piloto fue al baño dejando el mando al copiloto. Al regresar, y notando que el avión perdía bruscamente altitud, solicitó con urgencia al copiloto entrar a la cabina, pero el copiloto le negó el acceso, había decidido suicidarse con todos adentro terminando en tragedia el vuelo. ¿Por qué no podía entrar el piloto a la cabina para salvar las vidas? Un dispositivo tecnológico previniendo secuestros terroristas había sido incorporado a la cabina para impedir que esta se abriera desde afuera, haciéndolo solo desde su interior. Bien, consecuencias imprevistas de la tecnología debidas en este caso a decisiones subjetivas inesperadas. La racionalidad tecnológica aeronáutica trabaja en perfeccionar esos dispositivos e impedir decisiones subjetivas de este tipo, poner lo más posible al margen los sujetos. Este es un ejemplo entre miles, otro podría ser el de los vehículos autónomos. 

En cada producción tecnológica se aprecian los principios constitutivos señalados por Mayz. Hoy más con los avances de la inteligencia artificial. La ciencia ficción del último siglo ha trabajado una y otra vez la cuestión de la autonomía de los sistemas tecnológicos, de la marginación humana de los mismos, incluso, como en “1984” de Orwell o en “La naranja mecánica” de Burgess, la ordenación de la propia subjetividad humana a partir de tecnologías formativas y de vigilancia. Las imágenes producidas son distópicas en la mayoría de los casos. Al final no son sólo ficción. El proyecto MK Ultra de la CIA para el lavado de cerebros, con ya más de seis décadas de antigüedad, hizo de la ficción realidad, y realidad muy cruda. El Frankenstein de Mary Shelley ya es posible gracias al proyecto genoma y la ingeniería genética. Sabemos que disponemos de la capacidad nuclear para destruir cualquier atisbo de vida humana en el planeta. Esta visión pesimista nos conduce a un principio que no contempla Mayz en su ensayo: el tecno-logos por definición es objetivador, transforma en objeto aquello a lo que se dirige y quiere dominar técnicamente. La racionalidad técnica es inexorablemente una relación de medios para fines viables seleccionados a partir de criterios económicos como eficacia y eficiencia. Por ello, la racionalidad tecnológica es constitutivamente alienante en el sentido de limitar las decisiones subjetivas y objetivar el mundo todo. Este carácter alienante, propio de la racionalidad tecnológica, no sería tan negativo ni conduciría a tanto pesimismo si se supeditara a una racionalidad ética, pero parece que estamos lejos de ello. 

Llegados aquí, resulta importante alertar que las producciones del tecno-logos no son sólo tangibles. No se trata sólo de celulares, tractores, transbordadores espaciales o máquinas y aparatos de todo tipo. Se trata de realizaciones también intangibles como las formas organizativas del trabajo tales como el fordismo o el taylorismo, de aparatos administrativos como las formas burocráticas modernas, de tecnologías del yo para decirlo con Foucault, tecnologías resultado de aplicaciones de las ciencias humanas y sociales. Las realizaciones tecnológicas son visibles e invisibles, como también invasoras del ser que somos, y más aún, configuradoras de un nuevo y probablemente muy peligroso ser nuestro. Por tal motivo nos parece apropiado hablar de un logos, de un tecno-logos, de un cosmos en tanto que ordenamiento tecnológico del mundo.

¿Estamos atrapados sin salida en un mundo tecnológico con tendencia a dejar nuestra humanidad al margen? ¿Podrá el proyecto de Elon Musk y compañía abandonar a tiempo el planeta ya destruido por las aplicaciones tecnológicas de la voluntad de dominio para depredar otro planeta, quizás Marte? Si lo logra será sólo para unos pocos, los demás que se jodan. La oligarquía tecno no piensa en los ocho mil millones de almas. ¿O podremos reorientar este tecno-logos a una relación armónica con la naturaleza que logré preservar la Vida y disminuir el sufrimiento en este mundo, reorientarlo por una ética del cuidado que ha sido históricamente confinada a la condición cultural femenina? ¿Podremos pensar, y actuar en consecuencia, que el sujeto no es el cosmos tecnológico ni nosotros como individuos sino esa auténtica totalidad en la que estamos y a la que pertenecemos y que a falta de un nombre mejor llamamos naturaleza? ¿Podremos superar, en el sentido de Aufheben (superar-conservando), la racionalidad tecnológica dominante en una racionalidad ecológica amable con la Vida?

Publicado originalmente en el portal Aporrea el 20 de junio de 2025: Artículo

viernes, 13 de junio de 2025

Encantos y desencantos de la extrema derecha dadá. A propósito de la revuelta en Los Ángeles

 Javier B. Seoane C.

En “La rebelión de la naturaleza”, un ensayo de su libro “Crítica de la razón instrumental” de 1947, Max Horkheimer escribió: “Los demagogos modernos se comportan por lo general como muchachos malcriados que son recriminados o reprimidos una y otra vez por sus padres, por educadores o por cualquier otra instancia civilizatoria. Al menos en parte, su efecto sobre el público puede explicarse por la liberación de los instintos reprimidos que ponen en marcha cuando parecen golpear a la civilización en plena cara o favorecen la revuelta de la naturaleza.” (p. 135 de la traducción de Trotta de Jacobo Muñoz). Vistos personajes como Milei, Trump o la señora Díaz Ayuso en Madrid el texto mantiene su actualidad. En Venezuela hablamos de muchachos tremendos, muchachos que desafían las normas y costumbres establecidas, y si se sobrepasan los llamamos también malcriados. Al hablar de instintos reprimidos y revuelta de la naturaleza que se expresa por la liberación de esa represión, el texto de Horkheimer tiene, por supuesto, su dimensión freudiana. Cuando el orden institucional establecido exige continuos sacrificios y pocas gratificaciones, o las mismas gratificaciones perpetúan los sacrificios, entonces se padece ocultamente y muchas veces sin saberlo la represión corporal y espiritual, una represión que alcanza a lo que Marx denomina en sus “Manuscritos de París” el cuerpo humano extendido: la naturaleza. Cuando la naturaleza, la del propio cuerpo como la de nuestro cuerpo extendido, es reprimida excedentariamente (Marcuse) entonces despierta la agresión como defensa no pocas veces terrible.

Expresión de la agresión producto de la represión excedente es el actuar de muchos líderes de la actual y globalizada extrema derecha dadá. El movimiento dadaísta se propuso hacer estallar en mil pedazos el arte institucionalizado de hace un siglo y hasta el mismo concepto occidental de bellas artes. Hizo de los urinarios grandes esculturas y de su propio nombre, dadá, un misterioso sinsentido. Nacido en el contexto nihilista de la carnicería ya tecnológica de la Gran Guerra, el dadaísmo no nos abandona y su misión siempre ha sido el tremendismo cada vez mayor. Hubo esculturas y también literatura y poesía dadaístas, después vino la política dadá, primero de la mano de la nueva izquierda y la revolución cultural del 68, pero ahora aquella izquierda se ha tornado aburridamente sería, tan seria y monótona como el escritorio de un burócrata. Ante el permanente enfado de esta izquierda, que además sólo ofrece sostener los aparatos del desvencijado Estado de Bienestar, ha surgido el desenfado iconoclasta de la extrema derecha global. Sin empacho a declarar estupideces por demás populares y hacer del despacho Oval un circo, haciendo de las motosierras burlones discursos políticos, llamando dictadura comunista al gobierno de España, negando el holocausto en Alemania o enalteciendo la figura de Mussolini en Italia, la extrema dadá resulta encantadora para un número creciente de electores en muy distintas latitudes. La pesantez izquierdista aburre y espanta electores, el tremendismo dadá los atrae prometiendo quebrar la institucionalidad establecida, recuperando el “espacio vital” para sus naciones, fulminando a los “comunistas” que han empobrecido a sus seguidores. Y es que, en efecto, sus votantes no proceden de la alta burguesía o de los sectores liberales sino de los jóvenes y no tan jóvenes empobrecidos, más hombres que mujeres. Jóvenes masculinos que no encuentran espacio socioeconómico para satisfacer sus anhelos consumistas, jóvenes masculinos en una época en que la identidad clásica masculina ya es una curiosa antigüedad, que tienen difícil competir en los nuevos mercados laborales con las mujeres mucho más responsables o con los más atentos LGTBIQ+, no tan jóvenes a los que se les derrumbó con la sociedad industrial del pasado sus empleos otrora lucrativos, campesinos y agricultores cada vez en situación más precaria por el desplazamiento que han generado los nuevos cultivos y tecnologías agrícolas. En pocas palabras, los olvidados y más reprimidos de la sociedad actual no tienden a identificarse con la vetusta izquierda sino con la iconoclasta derecha dadá que en sus agresivas imposturas despierta la promesa de liberación pulsional.

El texto de Horkheimer se mantiene actual si bien se refiere al período nazi que padeció. Claramente vislumbra el origen de los primeros fascismos en una situación similar a la nuestra: “...entre los campesinos, los artesanos de las capas medias, los pequeños comerciantes, las amas de casas y los empresarios modestos es donde podían encontrarse los paladines de la naturaleza reprimida, las víctimas de la razón instrumental. Sin el apoyo activo de estos grupos, los nazis no hubieran podido tomar nunca el poder.” (p. 138) Más o menos las mismas capas sociales, sólo que en aquellos tiempos desplazados por la economía capitalista industrial de alta escala y hoy por la economía capitalista postindustrial. Desplazados que para formar la argamasa que sustenta al liderazgo dadá precisa hoy como ayer de un gran enemigo: los judíos y gitanos de ayer son los inmigrantes de hoy. El discurso aporofóbico reúne a la variopinta extrema derecha con sus seguidores, y cuando conquista al menos un sector de los propios inmigrantes embrutecidos por tanta miseria gana las elecciones.

Pero la derecha dadá está llamada a desencantar a sus encantados toda vez que su peligroso discurso es el mascarón de proa de intereses económicos que resultan contrarios a los anhelos de sus seguidores que bien sabe explotar en los momentos electorales. La extrema dadá, una parte de ella anarcocapitalista, está destinada a generar más y más agresión. NI Detroit volverá a ser la Meca del Automóvil ni el medio oeste empobrecido de EE.UU. va a ser grande de nuevo, como tampoco Argentina entrará por el redil de un desarrollo con sana distribución de la riqueza, menos lo hará en el futuro, de darse, la España de Ayuso o por estos lares la de la actual Youtuber de la oposición radical nuestra, pues ellos son sólo los socios y voceros políticos de grupos económicos poderosos que se ven amenazados ante sus competidores internacionales. En el caso de los países al margen del sistema económico mundial, como Argentina o nosotros, lo que harán es entregar las destruidas industrias nacionales al gran capital extranjero.

Las convulsiones sociales que reedita esta semana Los Ángeles y otras ciudades estadounidenses, si bien magnificadas por cierta prensa y guerrilleros de “redes sociales” muy amables al régimen de turno en Washington, o por otra prensa retardataria que cree que la revolución estalinista está a la vuelta de la esquina, conforman un episodio más de una naturaleza que se rebela ante sus propias contradicciones, en este caso las contradicciones del capítulo que corresponde a las formas de la sociedad humana, pues la sociedad humana emerge de la historia natural y forma parte de su ser. La naturaleza nos dotó de la inteligencia necesaria para convertir su sino ciego y muchas veces cruel en un destino autoconsciente y más armónico. Esto último supone que nuestra inteligencia reconozca los problemas que generan la perpetua agresión que se manifiesta en guerras, revueltas, delincuencia, luchas políticas y económicas que solo benefician pornográficamente a minorías, depredación de la vida animal y frustraciones psicológicas de todo tipo. Tenemos una historia humana, cultural, que desde diferentes ámbitos ha demandado siempre justicia social y casi siempre ha sido traicionada. Ante tanto dolor la naturaleza que somos se rebela tal como la naturaleza toda se rebela contra nosotros por los daños que llevamos siglos causándole. Nuestra naturaleza, y dentro de ella nuestras sociedades humanas, están demasiado intoxicadas. La política dadá sólo aumenta la dosis del veneno que nos está matando.

Publicado originalmente en el portal Aporrea el viernes 13 de junio de 2025: Artículo

jueves, 5 de junio de 2025

Descartes, Pinky, la Naturaleza y la Némesis

Javier B. Seoane C.

En este día que deberíamos celebrar nuestro estar en la naturaleza, pasaremos de grandes pensadores, catedrales filosóficas de la modernidad occidental, a dibujos animados actuales; llegados aquí, retrocederemos al pasado mítico de Némesis para tocar el primero de los temas de nuestro tiempo: la cuestión de la Vida, la cuestión ecológica. ¿Parece poco serio? Lamentablemente la cuestión principal de nuestro tiempo es demasiado seria, aunque quien escriba no lo quiera ser tanto. Entremos en materia.

Cual delincuente profesional, la llamada modernidad occidental porta varias actas de nacimiento, desde una que dice que vió la luz en “Las confesiones” de San Agustín a otra que afirma haberlo hecho en el siglo XVIII. Nosotros escogemos una que la ubica durante El Renacimiento, allí en “El hombre de Vitruvio” de Da Vinci, aquel hombre desnudo en el centro del universo, o quizás entre los frescos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, con un Dios anciano bastante humanizado. En todo caso, el humanismo del Renacimiento pondrá en el centro de todo al ser humano que somos y tomará la naturaleza en la que estamos, y a la que pertenecemos, como un ente para diseccionar, auscultar y hacer de ella un Know how, un saber cómo para el dominio de nuestro entorno. ¿Cómo funcionan nuestros órganos animales? ¿Cómo funciona este universo? Y, finalmente, ¿cómo podemos intervenirlo para valernos del mismo y realizar nuestros propósitos? La razón se vuelve subjetiva diría Horkheimer, y la naciente racionalidad científica de la modernidad temprana dirá que se vuelve objetiva. Objetiva en tanto que no depende de las fantasías y emociones nuestras, objetiva por cuanto un Método pone entre paréntesis nuestras inclinaciones psicológicas. Subjetiva, en el decir de Horkheimer, porque al final se trata de una racionalidad para la autoconservación de un sujeto soberano, una que se enajena de la totalidad a la que pertenece para convertirla en objeto suyo, sujeto soberano que quiere ser amo y dueño de la naturaleza, sujeto soberano que pretende ser como Dios y manipular lo que le rodea a su entera satisfacción, como el “Frankenstein” de Mary Shelley que crea la Vida en un laboratorio, o como la soberbia de los ingenieros del Titanic cuando se dice que afirmaron que ni Dios podía hundirlo.

Cuando el Renacimiento se acerca a su final emergen dos filosofías que marcarán a la modernidad de forma determinante. Por un lado el empirismo de Francis Bacon y por el otro el racionalismo de René Descartes, con muchas diferencias entre las dos, tantas como hay entre el temple británico y el francés, pero también con muchos puntos de encuentro como lo son los títulos de dos de sus trabajos más influyentes: “Novum Organon” y “El Discurso del Método”.  “Novum organon” traduce por “El Nuevo Método”, lo que deja claro que hay una preocupación muy metódica entre empiristas y racionalistas, entre modernos, una preocupación por un nuevo método (nótese el singular) que reemplace los fracasos del antiguo Organon, el aristotélico. Fracasos geocéntricos entre otros pero también su fracaso total para construir un “ars inviniendi”, una técnica del descubrimiento ligada a la invención. Y es que de la lógica aristotélica sólo se extrae un “ars demonstrandi”, una técnica de la demostración a partir de unos principios universales, como en los típicos silogismos que alguna vez nos enseñaron. Los modernos, Bacon y Descartes a la cabeza, quieren inventar y dominar, ser amos y señores de la Natura. Dejemos que hablen ellos. Primero Bacon por ser el de mayor edad: “Que el género humano recobre su imperio sobre la naturaleza que por don divino le pertenece; la recta razón y una sana religión sabrán regular su uso.” (Novum Organon, parágrafo 129 del primer libro, con la traducción de C. Litrán en Orbis). Ahora con Descartes: “Pues estas nociones (los preceptos metodológicos) me han enseñado que es posible llegar a conocimientos muy útiles para la vida y que, en lugar de la filosofía especulativa enseñada en las escuelas (la aristotélica y escolástica), es posible encontrar una práctica por medio d ela cual, conociendo la fuerza y las acciones del fuego, del agua, del aire, de los astros, de los cielos y de todos los demás cuerpos que nos rodean tan distintamente como conocemos los oficios varios de nuestros artesanos, podríamos aprovecharlos del mismo modo en todos los usos apropiados, y de esa suerte convertirnos como en dueños y poseedores de la naturaleza.” (Discurso del método, segundo párrafo de la sexta parte, con la traducción de R. Frondizi en Alianza).

Con Bacon y Descartes ya está fundada filosóficamente la narrativa científicotecnológica moderna si bien revestida de una razón ética que quiere hacer de la naturaleza un hogar para la humanidad desprovisto de mayores amenazas. Incluso Bacon dirá que la mejor manera de dominarla es leyendo su libro y obedeciéndola allí donde sea necesario, algo que deberíamos retomar hoy. En el trayecto hasta nuestros días la razón ética se difuminará hasta quedar una desnuda voluntad de dominio expresada en una sociedad organizada desde una racionalidad que instrumentaliza todo lo que es Vida. La razón ética ha quedado desplazada por una razón tecnológica alérgica a la intromisión de los valores culturales en su quehacer, una razón que no pocas veces produce monstruos goyescos como el holocausto armenio, Auschwitz, Hiroshima y Nagasaki, Vietnam, Srebrenica u hoy Palestina. 

La serie animada producida por Spielberg y creada por Tom Ruegger, Pinky y Cerebro, expresa bien el devenir de la razón moderna, y en esto se suma a las innumerables producciones culturales de nuestro último siglo, las de la literatura de Orwell o Huxley, las de la cinematografía de Fritz Lang o Kubrick, las de las pinturas de Otto Dix o la del Guernica de Picasso. Cerebro (Brain) lo reúne todo. Ratón de laboratorio científico, producto de la ingeniería genética, con una inmensa capacidad de razonamiento técnico y lógico-matemático, quiere conquistar el mundo para saciar simplemente su megalómana voluntad de dominio. Sus fracasos en cada episodio se deben a su compañero Pinky, otro ratón de ingeniería genética pero experimento fallido que dió por resultado a un sentimental y hedonista compañero. No obstante, en muchos capítulos la narcisista voluntad de dominio de Cerebro tiene a otro adversario megalómano y súper dotado en inteligencia, un hámster llamado Snowball, también resultado de la ciencia genética. Snowball y Cerebro, a modo de dos superpotencias, compiten por el control absoluto del mundo sin ninguna finalidad humanista, sin ningún desparpajo hacia la naturaleza en la que estamos. Como Trump tratando de apropiarse de “espacios vitales” para Estados Unidos como Groenlandia o el Canal de Panamá. o como Putin tomándose Ucrania, solo hay una cruda voluntad de dominio con base en un sistema económico depredador.

La mitología griega tenía más de una Diosa para la justicia. Diké se encargaba de la justicia repositiva, más inmediata, presente. Némesis se vincula con la memoria que no olvida los agravios del pasado, que hace que las víctimas de la historia pasada no queden sin justicia castigando los excesos (Hybris) de los victimarios. Némesis, al parecer, es más antigua que Diké, pertenece a mitologías anteriores a la griega. De ser así, bien expresa el anhelo de que el pasado injusto no quede impune. Hoy la Némesis se hace una con la naturaleza, de la que somos hijos y parte, pero algunos de nosotros hijos soberbios que se han excedido (Hybris) en su estar en ella, hijos de la voluntad de poder desmesurados que hoy gastan pornográficamente miles de millones de dólares en un proyecto dirigido a abandonar nuestro planeta para habitar otro y expoliar sus espacios vírgenes. 

La naturaleza, de la que somos y en la que estamos, busca reponer sus equilibrios ante las heridas infringidas por el actuar desmedido del dominio expresado en la amalgama de los poderes económicos, políticos y mediáticos a nivel mundial. La Némesis que se ha vuelto el llamado cambio climático parece quitarle posibilidades a Musk y a la oligarquía tecnológica para abandonar el planeta a tiempo. Lo terrible es que junto a ellos terminarán pagando los pueblos humanos que han concebido su estar en la naturaleza de una forma armónica, sin renunciar a la técnica, condición antropológica de nuestro ser, pero sin obsesionarse por la razón tecnológica que potencia narcisisticamente la voluntad de dominio. Estamos a tiempo de corregir entuertos antes de que Némesis nos alcance. Para ello se precisa repensar nuestro estar en este mundo para fomentar una voluntad integradora con el todo al que pertenecemos y del que formamos parte muy activa. Mientras sigamos enfermos de consumismo e impulsando un crecimiento económico que subestima los límites ecológicos sólo habrá malas noticias. Es responsabilidad de todos que no se pierda el último resquicio de la Caja de Pandora, la esperanza. Una vez más insistimos en ello hoy 5 de junio, día mundial del medio ambiente. Dum est Vita spes est.

Publicado originalmente en el portal Aporrea el jueves 5 de junio de 2025: Artículo