viernes, 27 de junio de 2025

Sobre las reformas educativas del ministro Héctor Rodríguez

Javier B. Seoane C.

Salud y educación son medios fundamentales para una vida plena. Dado que el Ministro Héctor Rodríguez ha anunciado que en septiembre comenzará a probarse una reforma curricular hablemos en esta oportunidad de educación escolarizada y de la propuesta puesta sobre la mesa. Poco se conoce de la misma. Resalta en lo que se ha informado en los medios que la misma se concentra en la enseñanza de las ciencias y de las matemáticas. Sin duda, dos materias que han sido objeto de preocupaciones entre los actores educativos, especialmente por la carencia de docentes en las mismas así como por el alto fracaso escolar en el desempeño estudiantil. Cabe agregar que la preocupación resulta más que justificada dada la relevancia instrumental que tienen las materias señaladas en nuestro actual marco civilizatorio. Dicho lo anterior, debería preocuparnos igualmente la educación en las ciencias humanas y sociales, campos del saber destinados a ampliar el horizonte de la comprensión crítica del mundo que nos toca habitar con miras a establecer una sociedad con el menor sufrimiento posible y la mayor justicia social posible. Teniendo en mente esto último y reconocida la importancia de las ciencias formales y naturales, en la medida de nuestro entendimiento queremos, y contando de antemano con nuestra ignorancia de la propuesta definitiva, contribuir a enriquecer la propuesta ministerial mediante las preguntas temáticas que siguen.

En cuanto a la forma un cambio inteligente en materia educativa debe pasar por una amplia consulta con los actores concernidos en el asunto: universidades, centros de investigación, organizaciones civiles, comunidades escolares y aledañas a las escuelas y, especialmente, los propios maestros y docentes. La bibliografía sobre reformas educativas está repleta de fracasos por no contar con los educadores, por programas elaborados desde despachos ministeriales y en función de intereses gubernamentales de un determinado momento político. Si el docente no está persuadido y convencido, si no ha sido hecho partícipe del cambio, si no se le ha escuchado, entonces una vez que cierra la puerta del salón de clases y ejerce su soberanía difícilmente acepte practicar lo que se le ha impuesto burocráticamente. ¿Se habrá consensuado esta reforma curricular con los educadores y los actores concernidos en materia educativa?

Más difícil será aún que un docente pueda efectivamente formarse para ser un buen formador si su familia está urgida en materia estomacal, si para decirlo con el viejo Marx está reducido a bestia de carga como un buey al frente de una carreta para apenas sobrevivir biológicamente. Si el educador debe ejercer de pastelero, mecánico o lo que fuese, tampoco estará en condiciones de llevar a cabo adecuadamente una reforma curricular, como tampoco cumplir mínimamente con las demandas de cualquier currículo existente. La carencia de docentes en el sistema educativo venezolano, particularmente en la escuela pública, obedece en gran medida a la desvalorización de nuestro magisterio, desvalorización que en parte importante descansa en el desprecio salarial de tan digno oficio. Además de las reformas propuestas, ¿qué puede aportar el Ministerio de cara a un claro mejoramiento salarial de nuestros educadores que no sea “correr arrugas”? 

En cuanto a los contenidos. Sostenemos una vez más la relevancia que las ciencias naturales y formales tienen en nuestro contexto civilizatorio. Habitamos un mundo altamente tecnificado, marcado por un logos técnico, todo un cosmos tecnológico. En lo referente a las matemáticas cabe decir que tienen un fundamento en la lógica, pero la lógica no ha sido una asignatura básica en nuestra tradición curricular. Puede decirse que ha quedado subsumida en las matemáticas, pero sería bueno separarlas, sobre todo por la relevancia que la lógica tiene sobre otras materias que ya es hora de incorporar en la escuela básica, específicamente me refiero a lo que en otras latitudes se llama pensamiento crítico y que está vinculado con formas de razonar y teoría y práctica de la argumentación. Esta última pasa por establecer unas bases claras tanto en lógica formal como en lógica informal, y no hay que esperar a la educación universitaria para abordarla, pues ya sería muy tarde para el aprendizaje y ejercicio de estas competencias fundamentales para la formación (Bildung) de la persona en sus dimensiones intelectual, moral y político-ciudadana. Combatir las formas autoritarias de lo gubernamental, combate que no dudo que el Ministerio ha de compartir, pasa por tener ciudadanos bien informados y con las mejores competencias comunicativas y críticas, y ello pasa por las competencias lógicas y argumentativas. ¿Ha tenido la reforma propuesta por el Ministerio estas consideraciones?

Vinculado con lo que se acaba de exponer, la mejor pedagogía de cara a la enseñanza de las ciencias pasa por educar en sus métodos y prácticas en lugar de enseñarlas en sus productos terminados vigentes. Nos apoyamos aquí en el gran pedagogo que fue John Dewey. La ciencia moderna ha sido una empresa colectiva que ha luchado con muchos costos vitales personales e institucionales contra fieros dogmatismos y las más cruentas inquisiciones eclesiásticas y no eclesiásticas. La ciencia moderna ha logrado triunfar venciendo mitos inicuos pero corre el peligro de volverse ella misma un mito. Su mitificación se suele corresponder con una enseñanza que procede a mostrarla como verdades terminadas, definitivas, que exigen aprendizajes memorísticos y autoritarios. Dewey propone que la mejor enseñanza de la ciencia es aquella que precisamente se vincula con el pensamiento crítico de sus métodos, con la discusión experimental y pública de sus hipótesis, con la exploración creativa de nuevas conjeturas que expliquen los datos del mundo para someterlas a verificación o refutación públicas. La ciencia moderna siempre combatió las peticiones de principio y los actos de fe, la ciencia moderna reivindica el empleo de las competencias comunicativas mencionadas en el anterior párrafo, su ética ha sido y es una ética comunicativa. ¿Contempla la reforma curricular propuesta este cambio de los contenidos centrados en las producciones terminadas a los centrados en los modos de producción del conocimiento científico?

Finalmente, parte de la mitificación de la ciencia consiste en representarla bajo la figura del científico natural experimental con su respectiva bata blanca. Su correspondencia conceptual está en centrar la noción de ciencia en torno a la ciencias naturales, particularmente la astronomía, la física, la química y en menor cuantía la biología. Se las califica de ciencias “duras”, metáfora que me recuerda a los come músculos de los gimnasios de nuestro tiempo. En cambio, las ciencias humanas y sociales se dejan en segundo plano e incluso se duda de su calificación epistémica, se usa para las mismas la metáfora de ciencias “blandas”, es decir, fofas, gordas, imprecisas. El criterio bajo estas metáforas suele descansar en la capacidad predictiva de sus teorías y, por supuesto, en cierta metafísica de la regularidad de la naturaleza de fondo que ya David Hume denunció hace más de dos siglos. Obviamente las ciencias humanas y sociales resultan poco predictivas y la naturaleza humana parece poco determinista por lo que resulta mejor denominarla “condición” humana y no “naturaleza” en el sentido metafísico expuesto. Adicionalmente, suele ser menos peligroso para las relaciones de dominación establecidas en un momento histórico dado tratar con las ciencias formales y naturales que con las humanas y sociales, aunque si revolucionariamente quisiéramos formar ciudadanos y comunidades bien informadas y con competencias comunicativas y críticas sobre el mundo que nos toca habitar, sobre las formas de dominación económica, socioculturales y políticas de este mundo, bien haremos en ampliar la cobertura curricular de las llamadas ciencias blandas, y, por cierto, no reducirlas a historiografía oficial y oficiosa. Las ciencias naturales, y quizás las humanas y sociales debemos comenzar a pensarlas como ciencias naturales también si queremos superar los dualismos metafísicos, ofrecen una batería de competencias críticas en el sentido que ya hemos señalado. Para la democratización a fondo de la vida social y comunitaria humana hay algunas de ellas como la antropología social y la sociología que cultivan fácilmente una sensibilidad ante la maravillosa diversidad cultural de nuestra humanidad, ciencias que han estado históricamente ausentes (¿silenciadas?) de nuestros currículos escolares. Estos han reducido la poesía y literatura a métrica y las ciencias a matemáticas, física, química, biología. ¿Tiene la reforma curricular propuesta por el Ministerio una visión más amplia de las ciencias, una que contemple la relevancia para una sociedad inteligente por hacer a las ciencias humanas y sociales?

En fin, estas son apenas unas preguntas que nos hacemos sobre la anunciada reforma propuesta por el Ministro Rodríguez. Caben muchas otras, por ejemplo la relación magníficamente creativa que hay entre las artes y los contextos de descubrimiento de las prácticas científicas, pero cortemos aquí en espera de que otros promuevan nuevas interrogantes, quedémonos por ahora con estas preguntas que buscan contribuir a nutrir una agenda pública sobre un tema tan urgente y vital para nuestro futuro como lo es la educación de la humanidad que somos. 

Publicado originalmente en el portal Aporrea el 27 de junio de 2025: Artículo