viernes, 13 de junio de 2025

Encantos y desencantos de la extrema derecha dadá. A propósito de la revuelta en Los Ángeles

 Javier B. Seoane C.

En “La rebelión de la naturaleza”, un ensayo de su libro “Crítica de la razón instrumental” de 1947, Max Horkheimer escribió: “Los demagogos modernos se comportan por lo general como muchachos malcriados que son recriminados o reprimidos una y otra vez por sus padres, por educadores o por cualquier otra instancia civilizatoria. Al menos en parte, su efecto sobre el público puede explicarse por la liberación de los instintos reprimidos que ponen en marcha cuando parecen golpear a la civilización en plena cara o favorecen la revuelta de la naturaleza.” (p. 135 de la traducción de Trotta de Jacobo Muñoz). Vistos personajes como Milei, Trump o la señora Díaz Ayuso en Madrid el texto mantiene su actualidad. En Venezuela hablamos de muchachos tremendos, muchachos que desafían las normas y costumbres establecidas, y si se sobrepasan los llamamos también malcriados. Al hablar de instintos reprimidos y revuelta de la naturaleza que se expresa por la liberación de esa represión, el texto de Horkheimer tiene, por supuesto, su dimensión freudiana. Cuando el orden institucional establecido exige continuos sacrificios y pocas gratificaciones, o las mismas gratificaciones perpetúan los sacrificios, entonces se padece ocultamente y muchas veces sin saberlo la represión corporal y espiritual, una represión que alcanza a lo que Marx denomina en sus “Manuscritos de París” el cuerpo humano extendido: la naturaleza. Cuando la naturaleza, la del propio cuerpo como la de nuestro cuerpo extendido, es reprimida excedentariamente (Marcuse) entonces despierta la agresión como defensa no pocas veces terrible.

Expresión de la agresión producto de la represión excedente es el actuar de muchos líderes de la actual y globalizada extrema derecha dadá. El movimiento dadaísta se propuso hacer estallar en mil pedazos el arte institucionalizado de hace un siglo y hasta el mismo concepto occidental de bellas artes. Hizo de los urinarios grandes esculturas y de su propio nombre, dadá, un misterioso sinsentido. Nacido en el contexto nihilista de la carnicería ya tecnológica de la Gran Guerra, el dadaísmo no nos abandona y su misión siempre ha sido el tremendismo cada vez mayor. Hubo esculturas y también literatura y poesía dadaístas, después vino la política dadá, primero de la mano de la nueva izquierda y la revolución cultural del 68, pero ahora aquella izquierda se ha tornado aburridamente sería, tan seria y monótona como el escritorio de un burócrata. Ante el permanente enfado de esta izquierda, que además sólo ofrece sostener los aparatos del desvencijado Estado de Bienestar, ha surgido el desenfado iconoclasta de la extrema derecha global. Sin empacho a declarar estupideces por demás populares y hacer del despacho Oval un circo, haciendo de las motosierras burlones discursos políticos, llamando dictadura comunista al gobierno de España, negando el holocausto en Alemania o enalteciendo la figura de Mussolini en Italia, la extrema dadá resulta encantadora para un número creciente de electores en muy distintas latitudes. La pesantez izquierdista aburre y espanta electores, el tremendismo dadá los atrae prometiendo quebrar la institucionalidad establecida, recuperando el “espacio vital” para sus naciones, fulminando a los “comunistas” que han empobrecido a sus seguidores. Y es que, en efecto, sus votantes no proceden de la alta burguesía o de los sectores liberales sino de los jóvenes y no tan jóvenes empobrecidos, más hombres que mujeres. Jóvenes masculinos que no encuentran espacio socioeconómico para satisfacer sus anhelos consumistas, jóvenes masculinos en una época en que la identidad clásica masculina ya es una curiosa antigüedad, que tienen difícil competir en los nuevos mercados laborales con las mujeres mucho más responsables o con los más atentos LGTBIQ+, no tan jóvenes a los que se les derrumbó con la sociedad industrial del pasado sus empleos otrora lucrativos, campesinos y agricultores cada vez en situación más precaria por el desplazamiento que han generado los nuevos cultivos y tecnologías agrícolas. En pocas palabras, los olvidados y más reprimidos de la sociedad actual no tienden a identificarse con la vetusta izquierda sino con la iconoclasta derecha dadá que en sus agresivas imposturas despierta la promesa de liberación pulsional.

El texto de Horkheimer se mantiene actual si bien se refiere al período nazi que padeció. Claramente vislumbra el origen de los primeros fascismos en una situación similar a la nuestra: “...entre los campesinos, los artesanos de las capas medias, los pequeños comerciantes, las amas de casas y los empresarios modestos es donde podían encontrarse los paladines de la naturaleza reprimida, las víctimas de la razón instrumental. Sin el apoyo activo de estos grupos, los nazis no hubieran podido tomar nunca el poder.” (p. 138) Más o menos las mismas capas sociales, sólo que en aquellos tiempos desplazados por la economía capitalista industrial de alta escala y hoy por la economía capitalista postindustrial. Desplazados que para formar la argamasa que sustenta al liderazgo dadá precisa hoy como ayer de un gran enemigo: los judíos y gitanos de ayer son los inmigrantes de hoy. El discurso aporofóbico reúne a la variopinta extrema derecha con sus seguidores, y cuando conquista al menos un sector de los propios inmigrantes embrutecidos por tanta miseria gana las elecciones.

Pero la derecha dadá está llamada a desencantar a sus encantados toda vez que su peligroso discurso es el mascarón de proa de intereses económicos que resultan contrarios a los anhelos de sus seguidores que bien sabe explotar en los momentos electorales. La extrema dadá, una parte de ella anarcocapitalista, está destinada a generar más y más agresión. NI Detroit volverá a ser la Meca del Automóvil ni el medio oeste empobrecido de EE.UU. va a ser grande de nuevo, como tampoco Argentina entrará por el redil de un desarrollo con sana distribución de la riqueza, menos lo hará en el futuro, de darse, la España de Ayuso o por estos lares la de la actual Youtuber de la oposición radical nuestra, pues ellos son sólo los socios y voceros políticos de grupos económicos poderosos que se ven amenazados ante sus competidores internacionales. En el caso de los países al margen del sistema económico mundial, como Argentina o nosotros, lo que harán es entregar las destruidas industrias nacionales al gran capital extranjero.

Las convulsiones sociales que reedita esta semana Los Ángeles y otras ciudades estadounidenses, si bien magnificadas por cierta prensa y guerrilleros de “redes sociales” muy amables al régimen de turno en Washington, o por otra prensa retardataria que cree que la revolución estalinista está a la vuelta de la esquina, conforman un episodio más de una naturaleza que se rebela ante sus propias contradicciones, en este caso las contradicciones del capítulo que corresponde a las formas de la sociedad humana, pues la sociedad humana emerge de la historia natural y forma parte de su ser. La naturaleza nos dotó de la inteligencia necesaria para convertir su sino ciego y muchas veces cruel en un destino autoconsciente y más armónico. Esto último supone que nuestra inteligencia reconozca los problemas que generan la perpetua agresión que se manifiesta en guerras, revueltas, delincuencia, luchas políticas y económicas que solo benefician pornográficamente a minorías, depredación de la vida animal y frustraciones psicológicas de todo tipo. Tenemos una historia humana, cultural, que desde diferentes ámbitos ha demandado siempre justicia social y casi siempre ha sido traicionada. Ante tanto dolor la naturaleza que somos se rebela tal como la naturaleza toda se rebela contra nosotros por los daños que llevamos siglos causándole. Nuestra naturaleza, y dentro de ella nuestras sociedades humanas, están demasiado intoxicadas. La política dadá sólo aumenta la dosis del veneno que nos está matando.

Publicado originalmente en el portal Aporrea el viernes 13 de junio de 2025: Artículo