Javier B. Seoane C.
“El Ur-Fascismo está aún a nuestro alrededor, a veces con traje de civil” (Umberto Eco)
Entre los muchos momentos de falsedad de las series de crímenes, tan vistas en nuestro tiempo, está aquel de que hay personas que nacen malas, criminales. Se trata de una teoría antigua que adquirió un barniz pretendidamente cientificista con Cesare Lombroso y la escuela positivista de criminología. También las telenovelas la suelen sostener, las villanas y los villanos lo son por naturaleza y gusto, están ahí para joder a la cieguita pobre y buena por nacimiento. Del mismo modo ciertas religiosidades tienden a oponer el mal puro al bien puro, a Santa Teresa versus Lucifer. Tan antiguo como el maniqueísmo, si acaso no más. El discurso político es otra instancia que vive de las oposiciones entre el mal y el bien, entre el “lado correcto de la historia” y el “lado malo”, entre los fascistas y nosotros, los defensores del pueblo. Que el mal recaiga en el individuo parece liberar al grupo, a la sociedad, de mayores responsabilidades.
Pero los criminales se forman, son resultado más que ser. Una de las bondades de Doña Bárbara consiste en que Gallegos presenta el origen de tanto odio y resentimiento, la cruel violación de la mujer joven. Bárbara se volvió Doña Bárbara en el contexto del mundo feroz que le tocó vivir. Y ya que estamos ante el comienzo de un nuevo año escolar digamos que, salvo contadísimas excepciones, las teorías pedagógicas descansan sobre bases antropofilosóficas contextualistas, bases sobre la condición humana que parten de que las personas nacemos con aptitudes y nos formamos con actitudes dentro de determinados contextos. Educación e ilustración van de la mano, de dicho enlace emerge el concepto de libertad y, a partir de allí, otros conceptos tan valiosos como el de responsabilidad. En efecto, si se nace malvado, pervertido, bien sea por configuración genética, astral o lo que sea, entonces no se debe imputar la responsabilidad de los actos al individuo sino a los genes, a los astros o a Mandinga. La persona ha de responder por sus actos, juzgados buenos o malos por una comunidad, si ha tenido la libertad de proceder de otro modo a como lo hizo. Pero con esa libertad no nacemos, Rousseau estaba bien equivocado. Esa libertad emerge de nuestra formación como personas, del paso ontogenético del mero individuo biológico a la persona que nos volvemos. En otras palabras, la libertad resulta de la educación formativa (Bildung). Sin ella sólo podemos aspirar a la condición de salvajes homo sapiens.
En un tiempo espiritual marcado por líderes extremistas autoritarios que quieren vivir eternamente mientras invaden países o exterminan una población entera para hacer balnearios en su tierra, en un tiempo espiritual, más bien antiespiritual, marcado por el desprecio a la vida del otro y de la biosfera completa, por el desprecio al éthos democrático, por el desprecio al pluralismo y las libertades, en un tiempo donde la extrema derecha está organizada globalmente, y en el que no tardará en hacer lo propio la extrema izquierda, en un tiempo de posverdades y teorías estrafalarias de la conspiración, en el que unos y otros se llaman fascistas, en un tiempo así la educación formativa urge más que nunca. Cuestión de vida o muerte, sin embargo la educación puede volverse deformativa, o para no caer en diatribas epistemológicas, puede volverse una educación formativa de actitudes violentas.
Aprendemos muchas cosas dentro de las aulas escolares. Otras las aprendemos en el patio escolar, en el recreo y sentados en las escaleras de las edificaciones escolares. Estas últimas se vinculan directamente con la formación para la vida personal. En esos patios, en esas escaleras, conocemos la amistad y el encanto del amor, la magia del humor, el intercambio de horizontes típico entre compañeros y compañeras. Igualmente, aprendemos por padecimiento la violencia que surge del acoso en sus múltiples dimensiones. Esto no es nada nuevo. Prácticamente desde que existen las escuelas existe el acoso escolar, pero hoy hay nuevas técnicas para ejercerlo, técnicas y tecnologías que lo difunden masivamente y arrinconan por doquier a la víctima que lo padece, llevando a veces a consecuencias fatales. En el tiempo de las redes sociales los puñetazos y las amenazas físicas, el acorralamiento del cuerpo, se acompaña con la aniquilación social que deja huella perenne, aniquilación inventada en muchas ocasiones mediante inteligencias artificiales, retoques fotográficos y demás hierbas.
En el acosador se consolida la personalidad autoritaria, fascista. En la niñez y en la juventud dispone del contexto escolar para explayarse. Entre otros, Max Horkheimer, Theodor W. Adorno, Erich Fromm, Hannah Arendt y Umberto Eco han expuesto bien de qué va esta personalidad, pues el fascismo puede comprenderse como corriente ideológico-política o como actitud. En tanto que actitud estos pensadores, desde distintos ángulos, convergen en que esta personalidad se asienta en el marco de pandillas intolerantes, que guardan un culto irracional de la acción por la acción, que su identidad de grupo pasa por la negación y sometimiento sádico del otro, que cultivan internamente una moral de la lealtad ciega al líder más fuerte, al caudillo de la pandilla, que hacen de la fuerza violenta un ritual. Que de la pandilla violenta pasen al partido político es sólo cuestión de tiempo y de que se presenten ciertas condiciones.
El caldo de cultivo de estas pandillas reposa extramuros de la escuela. Podemos decir que la escuela también es víctima del acosador y su pandillaje violento. Este llega a la institución con determinadas predisposiciones configuradas desde familias desestructuradas y entornos sociales injustos, destructivamente competitivos y violentos, predisposiciones configuradas por una serie de agencias sociales que hacen de la fuerza violenta que somete al otro un valor: videojuegos, series televisivas, filmes, algunas canciones, redes sociales… Agencias sociales que en su reflejar una realidad humana que se nos impone por la dominación económica y político-militar la reproducen amplificándola dialécticamente. Empero, si la escuela no combate con vehemencia estas actitudes desde la más temprana edad entonces por omisión se convierte en un espacio ideal y catalizador del fascismo que vendrá. Repetimos, el origen del problema es extraescolar, pero la escuela en cuanto que espacio público por antonomasia tiene un papel primordial que jugar en este problema así como en la formación de un êthos positivamente vitalista y democrático por democratizador. La escuela sigue siendo un lugar de esperanza para la ilustración y la libertad.
Dicho lo dicho, en muchas de nuestras instituciones escolares, desde el kinder hasta la universidad, hay efectivas políticas dirigidas contra esta calamidad social. Del mismo modo, la Fiscalía, tan poco ganada a perseguir el uso estratégico-político de las instituciones jurídicas, ha emprendido programas en esta misma dirección, aspectos positivos que se unen a su loable persecución contra el maltrato animal. Mas, de seguro se requieren mayores esfuerzos, mejorar lo ya hecho, articular más estrechamente la acción de las escuelas con las de todo el Poder Moral, lo que ha de involucrar a la Defensoría del Pueblo. Urge, por ejemplo, nombrar en cada institución escolar un comité defensor de los derechos y las libertades de los escolares, un comité que bien podría integrarse por educadores y educandos y al que se le dé atribuciones efectivas para combatir los casos de acoso y violencia. Urge que el Estado dignifique el ejercicio docente con salarios y condiciones sociales acordes a tan alta dignidad formadora de humanidad. Urge que ese mismo Estado contribuya sustancialmente a mejorar las condiciones socioeconómicas de las familias y a escolarizar a toda la población en la edad respectiva. Urge que el Ministerio de Educación se aboque junto con los educadores y educandos a un cambio curricular que se oriente a impulsar las capacidades creativas y críticas de nuestros futuros ciudadanos. Urge que cada institución escolar humanice sus espacios, ojalá llegue el día que toda escuela disponga de un jardín, un huerto y al menos una mascota, y sobre todo ojalá llegue el día en que los actores escolares (representantes, educadores, educandos, entornos comunitarios y demás trabajadores) se reúnan periódicamente en diversas instancias a crear (en los propios cursos, en los intercursos y en la escuela como un todo) para tratar sus asuntos y problemas colectivos mediante un ejercicio deliberativo compartido, participativo y protagónico como manda la Constitución. Siendo la formación (Bildung) una educación delicada por actitudinal, estas instancias argumentativas y deliberativas contribuirán decisivamente a fortalecer las actitudes democráticas en nuestra niñez y juventud. Deben formar parte del horario escolar y de la acción pedagógica para un futuro que haya desalojado lo más posible la violencia de nuestras vidas. Conservamos esta esperanza para el año escolar que comienza.
Publicado originalmente en el portal Aporrea el viernes 12 de septiembre de 2025: Artículo