Javier B. Seoane C.
Caracas sufrió en el siglo XX las consecuencias de una revolución industrial sin haberla tenido. Pasó de la ciudad de los techos rojos a una ciudad que se benefició económicamente de la economía de los hidrocarburos volviéndose una especie de gigantesco campo petrolero. Basta consultar fotos de distintas épocas en los múltiples grupos que hay sobre Caracas en Facebook. Hace 80 años el este de la ciudad eran haciendas, Plaza Venezuela estaba en las afueras, los tranvías cruzaban el centro. De repente, en poco tiempo, se montó la metrópolis actual, con el desorden que supone un crecimiento físico y demográfico tan acelerado. Durante el boom construccionista de Pérez Jiménez se partió a Caracas en dos por una senda autopista y hasta un centro comercial se iniciaba del que nunca tendrías que bajarte del auto para consumir. En Catia proliferaron calles para autos, sin aceras para los peatones, con escasos espacios para la convivencia de las comunidades. Igual en Los Palos Grandes. Ciudad petrolera, ciudad gasolinera, no para caminarla, no para niños y mayores, sólo para autos, con deficientes sistemas de transporte público. Metrópolis agringada, el Chacao de los ochenta y noventa soñó con Manhattan, edificaciones de espejos por doquiera en un clima tropical, en una ciudad que sin duda tiene uno de los más agradables climas del planeta.
Pasadas las elecciones municipales del pasado 27 de julio, reelegidas la mayoría de las autoridades municipales, cabe hablar ahora con mayor libertad, sin que se preste a suspicacias electorales, de algunos temas citadinos con la esperanza del mejoramiento de nuestra Sultana del Ávila. En esta oportunidad queremos escribir sobre las nuevas plazas, con miras a dos de ellas en especial, la que honra a la Batalla de Stalingrado, costosísima batalla que como casi ninguna otra contribuyó a la caída de la barbarie nazí, y la que honra a la Juventud. La primera en la zona rental de Plaza Venezuela y la segunda entre Bellas Artes y el Paseo Vargas. Lo primero es agradecer estos nuevos espacios destinados a superar el campo petrolero que hemos sido para hacer de nuestra maravillosa ciudad un lugar habitable, con muchos espacios para el encuentro de nuestras diversidades, para el esparcimiento, la amistad, el amor, las artes, el espectáculo, el juego. Las plazas son un lugar importante en nuestra historia sociocultural y generan espacios para una socialidad más comunal por convivencial y menos funcional a la materia económica. El mundo latino ha trazado sus pueblos y ciudades a partir de una plaza mayor. Alrededor de esa plaza originaria, en un primer círculo se establecieron los poderes político, militar, eclesiástico y económico pero siempre en el centro el lugar de encuentro vecinal. Luego, en sucesivos círculos más amplios fue creciendo cada pueblo y cada ciudad, y se hicieron nuevas plazas para que no cesaran los encuentros. Otra es la historia en los países anglosajones, especialmente en los últimos siglos. Si nos fijamos en muchas de las ciudades de Estados Unidos, también muy gasolineras, el trazado urbano no parte de la plaza y la habitabilidad tiende a huir del centro hacia suburbios donde predominan las casas uniformes, pero no las plazas. Cada quien en su habitáculo, el individualismo de la reforma protestante anidó allí. Así que, debido a nuestra tradición histórica que fomenta el encuentro positivo de las comunidades, su convivencia, han de agradecerse estas nuevas plazas y ha de incentivarse a las autoridades municipales y nacionales a que sigan construyendo más, en Caracas y en cada rincón del país donde haya seres humanos habitando.
Hay varios asuntos que seguramente podremos mejorar en todas las plazas. Particularmente en las nuevas que se han mencionado hay que hacerlas tan amables en el día como ya lo son a partir del crepúsculo y la noche. Y es que estos nuevos espacios tienen mucho de playa pero sin mar. En una época de tanta sensibilidad ecológica se extraña la ausencia de árboles y arbustos que además de dar sombra den sano y hermoso ambiente. La plaza de la juventud de Bellas Artes, gratamente inmensa, se inauguró con jardines insostenibles por falta de las plantas y árboles con las que hacer fructífera simbiosis, ello a pesar del esfuerzo constante de los jardineros empleados para su mantenimiento. A menos que uno quiera broncearse, estos espacios públicos resultan inhabitables durante las horas de sol. Esta historia nueva de Caracas es también vieja. Durante el gobierno de Luis Herrera se concluyó el Paseo Vargas a lo largo de la Avenida Bolívar. Se plantaron abundantes chaguaramos, una palmera ornamental pero que no da cobijo de sol o lluvia. El resultado ha sido un Paseo Vargas que para nada es paseable durante el día, por cierto, tampoco en la noche por la inseguridad. Afortunadamente las nuevas plazas han sido dotadas de cuidadores, por ahora. Por eso son habitables a partir de la caída de la tarde. Pero, repetimos, podrían serlo también a toda hora si nos ocupáramos de hacerlas más ecológicas, más amables con los tiempos del cambio climático que nos toca padecer y enfrentar.
Otro punto son los pisos. Hay partes de cemento intercaladas con mosaicos hermosos, siempre y cuando estén secos. Una vez humedecidos son exitosas pistas de patinaje. Y si bien hay quien es hábil para patinar sin patines, para los más avanzados en edad, las embarazadas y personas con inconvenientes de movilidad constituyen una amenaza que puede terminar en una indeseada visita al traumatólogo. Dado que tenemos una temporada larga de lluvias en Caracas, sería oportuno buscarle una solución a este problema. En otra época, en el Paseo Los Ilustres, a su buena vegetación ornamental se le agregaron pisos de teselas (pequeños mosaicos) que realmente eran transitables después de la acostumbrada lluvia. Lamentablemente, hace años a alguna autoridad muy creativa se le ocurrió renovarlos con un resultado semejante al ya comentado que ahora tenemos en las nuevas plazas. Podemos pensar en soluciones, algunas nos legó ya la experiencia del pasado.
Dejo hasta aquí estos dos puntos por mejorar en los nuevos espacios señalados y en cualquier otro más antiguo que precise de soluciones parecidas. De seguro hay más cuestiones a tratar y será muy importante que las autoridades se mantengan atentas a las demandas de los diferentes grupos que hacen vida en nuestras plazas, parques y demás lugares comunales, espacios sociológicos para el arraigo del ser humano que somos, para el aumento de la querencia de nuestros entornos y del país, espacios para la convivencia y el envejecer juntos, espacios tan necesarios hoy en este gélido mundo de la distancia virtual, de la “amistad” y el “amor” en redes “sociales”. Se los dice alguien que junto con muchos otros afortunados creció entre plazas, parques y patios comunales, jugando con sus contemporáneos, aprendiendo unos de otros, guiñándonos el ojo con la tierna tremendura de una infancia sin emoticones, enamorándonos por primera vez de aquella niña pecosa de oscuro cabello.
Publicado originalmente en el portal Aporrea el viernes 1º de agosto de 2025: Artículo