miércoles, 5 de septiembre de 2007

Sobre la realidad virtual (2003)

Altos funcionarios del actual gobierno, y en ocasiones también algunos voceros de “la” oposición, acusan a sus adversarios de fabricar una realidad virtual, con lo cual defienden su realidad como única. A propósito de ello escribiremos unas reflexiones muy puntuales sobre la cuestión de la realidad y su relación con la problemática política venezolana.

I

El marxismo ha sido una de las doctrinas con mayor influencia en cuanto a la oposición entre “la realidad” y “la realidad virtual”, todo bajo el correlato de la oposición entre ideología y conciencia de clase para sí. La ideología es siempre conciencia falsa que invierte la realidad. A la pregunta sobre el porqué de la ideología, Marx y Engels responden que tal deformación de la realidad se debe a que, en una sociedad dividida en clases, los individuos perciben y aprehenden la realidad desde su posición social y la juzgan desde sus propios intereses de clase. Así, los intereses de clase, particulares, se le presentan a la conciencia ideológica como intereses universales de todos los miembros que integran la sociedad. La ideología resulta entonces un autoengaño que con el devenir del tiempo se puede transformar en mentira propagada por una clase para sustentar su propia dominación. En pocas palabras, el autoengaño original de la ideología se vuelve, una vez descubierto, en engaño intencionado, en mentira, en mala fe.

Marx y Engels oponen, entonces, la ideología a una conciencia verdadera o científica, la cual sí representa la anhelada comunión de lo particular y lo universal, o del desarrollo del individuo unido al desarrollo de la comunidad toda. Esa conciencia, que emerge desde la Historia, suprime la escisión social hacia una sociedad sin clases y hacia la constitución de un conocimiento no sesgado. Ya sabemos que Marx y Engels imputaban tal posibilidad de conciencia verdadera al proletariado y a aquellos que se identificaran intelectual y políticamente con los intereses de esa clase. ¿Por qué? Pues porque el proletariado no tenía nada que perder en su lucha y estaba ubicado en el centro mismo de la formación social: el trabajo efectivo.

Desde Marx y Engels, han sido muchos los pensadores marxistas que han desarrollado estas líneas de pensamiento. Por ejemplo, Althusser habló de los aparatos ideológicos del Estado como aquellos instrumentos institucionales que la clase dominante usa para introducir socialmente su visión deformada de la realidad. Entre ellos resaltaba la Iglesia, la Escuela y los medios de comunicación. El marxismo ha propuesto, pues, al igual que muchos funcionarios gubernamentales, que medios como la televisión crean una realidad virtual envenenada por la mala fe.

En todo lo dicho se puede apreciar un carácter autoritario: hay unos individuos que son portadores de la verdadera realidad mientras que otros viven en el engaño de la virtualidad. Equivale a decir que mi palabra es la palabra del pueblo, que es también la palabra de Dios. El problema consiste en cómo y quién define “palabra”, “pueblo” y “Dios”. El marxismo no puede salvarse de su gen autoritario. Tampoco el actual regimen venezolano ni mucho menos una parte sustantiva de “la” oposición.

II

Por oposición a ese visión hermética de la realidad, se presentan las corrientes hermenéuticas, para las cuales la realidad es infranqueablemente un constructo. Es decir, lo que llamamos realidad es una construcción, una hechura del quehacer humano. La realidad es siempre realidad humana, inseparable de la percepción que de ella tenemos, inseparable de los fenómenos de la conciencia. A este respecto, William James escribía a finales del XIX, en sus Principios de psicología, que un mismo objeto puede ser sentido y pensado de modos muy diferentes. ¿Cuál es “la realidad” de la tarántula? ¿La de un arácnido peligroso que podría causarnos graves daños y hasta la muerte? ¿La de un animal venerable por su carácter sagrado? ¿La de una exquisitez comestible? ¿O acaso la realidad que aprecia el artista plástico? ¿O la del zoólogo?

He puesto el ejemplo anterior con toda intención, puesto que la cuestión se vuelve más compleja con objetos que carecen de un referente empírico inmediato tales como “justicia”, “democracia”, “libertad”, “amistad”, “solidaridad”, “Estado”, “realidad”, etc. No por usar las mismas palabras nos referimos a lo mismo. Una teoría sensata del conflicto no puede eludir que los conflictos representan choques de realidades, disrupción en la comunicación. Pero James no se queda allí y da un paso más: afirma que “la realidad” es inseparable de “la creencia en la realidad” y que, en calidad de creencia, “la realidad” pertenece también al reino de las emociones. Lo que llamamos “real” es lo que valoramos como tal, lo que apreciamos como un valor. Para algunos las brujas y los ovnis son valiosos como objetos “reales”, para otros carecen de valor por su irrealidad. Hay quien “vive la emocionante realidad de La Revolución”, hay para quienes tal cosa es ficticia.

William Isaac Thomas expresó: “cuando algo es definido como real resulta real en sus consecuencias”. Cuando alguien atribuye realidad a “La Revolución” la vive en sus consecuencias, esto es, la siente y la padece. Interpreta el mundo desde allí. La concibe como “El Proceso”, mientras que otros conciben lo que acontece como el inicio de “La Transición”. Curiosamente, en este último ejemplo ambos tienen el mismo anhelo de Lo Uno y parecen temer a la contingencia de lo humano. Quien cree en la medicina tradicional buscará un médico, y quien cree en brujos hará lo propio con un brujo. Tampoco las cacerolas dejan de ser sustantivamente significativas porque suenen por medio de un CD, antes, bien se puede decir que resulta más cómodo, más bullicioso y menos costoso el que suenen así.

III

Ahora bien, lo dicho no nos arrastra a un nihilismo vacuo. Antes, nos lleva en los planos ético y político al reconocimiento de la multiplicidad de las realidades. Y ello es parte sustancial de todo ethos democrático. Reconocer como realidad lo que los sujetos manifiestan como tal no significa tener que satisfacer las exigencias que se deriven de esas realidades. En una sociedad democrática, es menester que ninguna realidad virtual pretenda suprimir o negar sin más la realidad virtual de otro. Por ello, el juicio sobre las realidades no recae en valoraciones a priori o desde la mera convicción, sino que tiene que basarse en las consecuencias que se desprenden de las prácticas de las mismas. En ello se centra una ética efectiva de la responsabilidad democrática.

De este modo, y ya para ir cerrando lo dicho, quienes nos hablan de que “su realidad” es la auténtica y la de los otros es “virtual” están autoengañados o son engañadores de oficio. Además, muestran un carácter terriblemente autoritario que, ante el miedo a lo otro que le sale al paso, sólo le cabe agredir físicamente o descalificar con la asquerosa ironía de quien sólo quiere sostenerse en su propia ilusión en función de no se sabe qué tipo de negocios. Pero más allá de todo esto, tales sujetos muestran un profundo desprecio por aquellos que los siguen, y quienes por injustamente excluidos conservan sus esperanzas sumergidas en el formol de la ignorancia y la miseria. Así, una vez más, y al igual que con el marxismo, bajo el discurso de la emancipación se esconde una forma más fina de dominación: aquella que se vende como revolución libertadora o como uniformada oposición salvífica.
Javier B. Seoane C.
Caracas, noviembre de 2003
Inédito

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